26 – UNA CANCIÓN INCONCLUSA Y LAS CUERDAS DE LA GUITARRA QUE RASGAN MI ALMA

Ronnie:

¿Te viene bien acabar esa canción?

Sonrío al ver el mensaje. No me extraña recibirlo. En nuestros últimos encuentros y gracias al empujón de Krystal de dar ese paso, de derribar esa otra barrera autoimpuesta, decidí dejarle la puerta abierta a un acercamiento. Como siempre, me escudo en la música, un terreno en el que me siento más cómodo y seguro.

Tyron:

Pásate por mi casa. No puedo dejar a Krystal sola.

En cuanto llega, se funde en un sentido abrazo con mi chica, con confianza, que me hace sospechar que han mantenido el contacto a mis espaldas. Lo guío hasta la parte superior del garaje que hemos habilitado como mi propio espacio, para que pueda buscar la soledad cuando la necesite sin necesidad de huir a la otra punta del mundo como estoy acostumbrado a hacer. Está provisto de un sofá cama, una pequeña nevera en la que nunca falta cerveza y un escritorio con un portátil desde donde puedo gestionar el Sanctuary sin necesidad de personarme allí.

—¿Me habéis encontrado ya sustituto? —inquiero mientras compartimos un par de botellines.

—Ni siquiera hemos empezado a buscar y, para serte sincero, no queremos ningún otro cantante que no seas tú, aunque te comportes como un auténtico capullo. ¿Estarías dispuesto a volver?

Su proposición me pilla totalmente descolocado. Ni por asomo había imaginado que se pudiera dar, creía que esa puerta ya se había cerrado con llave y que me tenían vetada la entrada. No, no me comporté como un capullo, fui un CABRÓN con todas las letras y en mayúscula.

—¿Tú estás de acuerdo? —pregunto con reservas.

—Fui el primero que se retractó de la decisión —afirma mirándome a los ojos.

Joder, su sinceridad me abruma y me revuelvo incómodo.

—¿Nos ponemos manos a la obra? —cambio de tema. Me siento mucho más cómodo con la música que con la certeza de que Ronnie ha perdonado que fuera un hijo de puta con él, porque no es solo interés en que el grupo funcione conmigo de vuelta en él, es algo más que me agrada y me duele, por no sentirme merecedor de ello.

No tardamos mucho en ponerle final a la canción que dejamos a medias durante la gira, durante esas sesiones con las que llenábamos las horas de autobús de una ciudad a otra.

El tiempo vuela entre cervezas, acordes y risas. Hacemos un buen equipo.

—Hola. —La voz de Krystal nos sobresalta.

Miro mi reloj, alarmado y compruebo que son más de las dos de la madrugada.

—Ey, Krys, ¿te hemos despertado? ¿Se nos oye? —pregunto, pensando que estamos siendo demasiado escandalosos para estas horas.

Me levanto automáticamente, sin pensar, como si yo no rigiera mis movimientos, como si fuera su sola presencia la que me atrajera como a un imán y la rodeo con mis brazos, formando con mi propio cuerpo una coraza que deje fuera todo lo que la hace sufrir.

—No, no se oye nada, pero me he desvelado. ¿Está siendo productiva la noche?

—Sí, mucho. Este chaval tiene un potencial desorbitado —apunta Ronnie mostrando una camaradería con mi chica como si fueran amigos de toda la vida.

—Ven, nena, siéntate con nosotros. —Tiro de ella y hago que se siente sobre mis piernas. Mis labios delinean la curvatura entre hombro y cuello, con ternura.

—Me gusta verte con ella, pareces una persona totalmente diferente. Pareces incluso humano —bromea Ronnie, arrancando las carcajadas de Krystal que vibra sobre mi cuerpo.

—Tocas muy bien la guitarra, Ronnie —aprecia mi chica—. Y tú, ¿lo has vuelto a intentar?

La pregunta me pilla con la guardia bajada.

—Krys, no es el momento de hablar de eso —la corto, con un punto de enfado en mi voz, cesando en seco mis caricias.

—¿Tú tocabas? —pregunta Ronnie y algo me escama en el tono empleado.

—Sí, hasta hace cuatro años, sí —responde ella en mi lugar, cabreandome más. Es un tema delicado del que no quiero hablar y mucho menos delante de mi compañero—. Tyron, ¿crees que Ronnie no se había dado cuenta? ¿Que no lo sospechó la primera vez que vio el gesto involuntario que haces con tu mano derecha cada vez que lo ves tocar? —Sin darme cuenta, vuelvo a abrir y cerrar el puño con fuerza—. Tus miradas con recelo, la envidia gritando en tus ojos, tu lucha contra la tentación de cogerla, el dolor con que la rechazas…

—¡Joder, Krystal! ¡Ya te he dicho que no puedo! —la interrumpo. Cada una de sus palabras ahonda más en una herida ya de por sí bastante grave y me enfurece hasta el punto de dirigirme a ella de una forma que no se merece.

—¡No! ¡No lo has intentado! —Ella no se achanta— Te estás negando algo que te daba la vida porque tienes miedo. Lo que menos me esperaba de ti es que fueras un cobarde. —Su verdad aplastante me desgarra—. Inténtalo por mí, pero, sobre todo, inténtalo por ti —suplica, suavizando su tono, con las lágrimas agolpándose en sus ojos verdes al mismo tiempo que me tiende la guitarra de Ronnie.

No puedo negarle nada y menos si me lo pide de esta forma. Así que, rompiéndome todavía un poco más, con uno de los pánicos más atroces que he experimentado en mi vida, la sostengo y coloco mis dedos tensos en posición. El sonido que le arranco se asimila más al quejido lastimero de un gato que a la música. Devastado, cuando ya pensaba que no podría quebrarme más, vuelvo a fragmentarme en minúsculas esquirlas que se me clavan, haciendo que sangre.

—¿Ves? ¡Te lo dije! ¡Esto solo certifica que soy un inútil! —estallo dolido, vivía a salvo en mi ignorancia, no sé cómo encajar, cómo gestionar este golpe de realidad.

Camino como un animal desbocado en dirección a la salida, pretendo huir, como siempre, necesito escapar de esta estancia que de pronto se me antoja minúscula y asfixiante. Ella me retiene. Aunque su agarre es firme, sé que con un pequeño tirón podría liberarme, pero no lo hago.

—No pienses. Nunca has pensado cuando cogías la guitarra entre tus manos. Vacía tu mente y déjate llevar. Solo siente. —El tono calmado que emplea consigue serenarme, es la música que amansa a las fieras.

No sé por qué demonios lo hago, pero accedo. Vuelvo a tomar el instrumento entre mis manos, esta vez incluso me tiemblan. Ella se sitúa a mi espalda y acaricia mis hombros, creo que intentando que relajen parte de la tensión acumulada.

»Y ahora, cierra los ojos. —La obedezco, me centro en el calor que emana de su cuerpo y que se extiende por el mío como una continuidad.

Sin que sea consciente de ello, mis dedos empiezan a deslizarse sobre las cuerdas, sin controlar la posición, sin pensar en ningún acorde, solo dejo que sean libres sobre el instrumento. Lo que brota de la guitarra esta vez no es perfecto, pero sí que es música.

¡Joder! Me emociono y aparto la guitarra a un lado con un movimiento repentino. Atraigo a Krystal hacia mí y entierro mi rostro, escondiendo unas lágrimas que ni siquiera de niño me atreví a derramar.

—Gracias —musito todavía pegado a ella quien en ningún momento ha dejado de acariciarme.

Cuando creo que empiezo a recomponerme, alzo la cabeza. Ronnie ya no está, no sé en qué momento se ha marchado, pero se ha «olvidado» la guitarra. Escucho su llamada silenciosa de la guitarra que yace a mi lado. Alterno la mirada entre el instrumento y Krystal, sabiendo perfectamente que me he vuelto transparente ante ella.

—Os dejo unos minutos a solas.

Espero a que se marche, tras despedirse de mí con un beso dulce en mis labios y cojo con delicadeza el instrumento. Lo observo como si lo descubriera por primera vez. Mis dedos recorren las curvas de madera pulida como si estuviera acariciando el cuerpo de una amante, casi con devoción, memorizando cada milímetro hasta alcanzar el punto erógeno de sus cuerdas. Mis dedos se mueven sobre ellas, con acordes al azar, buscando dar placer a esta compañera exigente que regala mis oídos con gemidos que suenan a música.

SIGUIENTE CAPÍTULO